Mi credo en la fotografía de arquitectura dice: dejar hablar a la arquitectura por si misma, con la simple ayuda de la luz, del paisaje y de la composición.
Si se quiere decir algo sobre el estilo de un edificio, no siempre se tiene que retratar toda la construcción. A menudo es suficiente elaborar las formas y las texturas de un edificio y resumir su impresión general representando sólo partes. En la fotografía de arquitectura se trata frecuentemente de realzar elementos para dar una idea del conjunto y de acentuar detalles que podrían pasar desapercibidos.
Los interiores no se quedan atrás de la fachada como motivo fotográfico e igualmente hacen posible una descripción informativa de la personalidad de una obra. En la fotografía de interiores doy mucha importancia a la luz natural que entra por ventanas, tragaluces o claraboyas y la uso lo más posible. El fotógrafo tiene que considerar estos efectos de iluminación, porque seguramente el arquitecto reflexionaba el efecto de la luz incidente durante la planeación. Iluminando el interior con flashes quizá se destruya la atmósfera que es esencial para el carácter de la obra.
Un edificio es en cierto modo comparable con una persona, ya que él también tiene un carácter determinado y puede ser retratado de muchas maneras. Por eso el modo de trabajar en la fotografía de arquitectura es algo parecido al retrato. El fotógrafo puede expresar algo del carácter del edificio o sólo hacer una reproducción. A veces es mejor buscar un detalle que represente la atmósfera del lugar, en otras ocasiones tomar una foto de la fachada entera.